jueves, 30 de octubre de 2008

CLUB HURACAN DE ARGENTINA CELEBRA SU CENTENARIO


BUENOS AIRES / DyN de Argentina
Huracán celebra y sueña.
Tiene un pueblo propio de materia amalgamada de bases de porteñidad.
De génesis estudiantil de barrio orillero pompeyano con posterior mudanza al vecino Parque Patricios.
Tiene el tango de Homero, cuya imagen hoy vigila esa esquina de Sáenz y Esquiú donde empezó la aventura y creció hasta ser alma de arrabal.
Tiene los goles de Herminio Masantonio y las gambetas del Hueso Houseman.
Tiene los golpes de Ringo a mil rivales.
Tiene el café, que se enfría a veces por la polémica por tardes de bronca, y también el que se disfruta con el sosiego de la victoria sabida. Allí, en la esquina de Rioja y Caseros.
Son cien años, más o menos, porque todavía hay debate de la fecha de fundación, más allá que en el 60 un Tribunal de Honor fijó en el primero de noviembre de 1908 el día de partida de nacimiento de este Huracán. El "glorioso Club Atlético Huracán", tal cual destacaba el fiel Cacho Di Nome durante casi treinta años en sus audiciones por la vieja Radio Del Pueblo.
Defensores de Nueva Pompeya y Verde Esperanza y no pierde fueron los nombres elegidos por los fundadores, entre ellos Américo Stefanini, pero las urgencias económicas de no poder pagar siquiera un sello de goma llevaron a que sea Huracán, en honor a Jorge Newbery.
Y así se hizo Huracán, con ¿canchas?, potreros, en Cachi y Traful, Chiclana y Muñiz, en los costados de la estación Sáenz.
Allí empezó a mezclarse Huracán con los grandes del fútbol, con cuatro títulos en el amateurismo, el máximo ganador en la década del 20 junto a Boca Juniors.
Pero los 40 fueron los años de las grandes obras. Primero la sede en la avenida Caseros al 3100, frente al Parque, y en el 47 la inauguración del estadio Tomás Adolfo Ducó. Ese que hoy da la bienvenida al sur desde la avenida Jujuy y después Colonia.
No hubo campeonatos en los primeros años del profesionalismo, pero sí hubo goles, y muchos. Masantonio le dio 254 en 349 partidos.
Pero además de Herminio también quebró redes con la camiseta blanca Guillermo Stábile y, aunque por poco tiempo, estuvo en sus filas uno de los más grandes de la historia del fútbol mundial, Alfredo Di Stéfano.
Hoy Masantonio es Huracán y Parque Patricios, más allá de su nacimiento en Ensenada. Una de las tribunas del Ducó lleva su nombre. Un monumento vela la entrada a la sede desde el Parque.
A su lado está, en posición fiera, Ringo, el hombre que se hizo en los rings de tres cuerdas montados en los salones del fondo de la sede y que llevó la bandera del Globo hasta el Madison en la noche en que mostró su coraje acopiado en el barrio ante el gran Muhamad Alí.
Hacía más de quince años que Herminio se había ido de este mundo cuando Huracán festejó, en 1973, su primer título profesional, pero celebró también el arte del fútbol, de conjunto e individual. Las gambetas de René Houseman, el pase perfecto de Miguel Brindisi, el toque del "Inglés" Babington, los desbordes de Larrosa y los goles del Roque Avallay.
Los cinco hombres que le dieron fútbol a ese gran equipo conducido por un joven César Luis Menotti, un mesías para los de Parque Patricios, y que desde ese lugar y con esa gloria salió disparado hacia el seleccionado que ganaría el Mundial 78.
Ringo, el hombre de las mil anécdotas, el que recibía a decenas de periodistas los domingos para que probaran los ravioles de su vieja, doña Dominga, pudo celebrar como hincha célebre cargado de anécdotas en tablones de distintas canchas que visitó Huracán.
Le quedaban tres años para seguir con su vida aventurera hasta que terminó con el cuerpo quebrado por una bala para caza mayor disparada por el matón Williard Ross Brymer, en las puertas de un burdel del mafioso Joe Conforte, en Reno, Nevada.
Pudo volver a ser campeón en el 94, estuvo cerca con un equipo con un fútbol lejano al del 73, pero hubiera servido para cortar con las ansiedades del tiempo. Independiente lo cacheteó feo sacándolo del dulce sueño.
Pero con los dolores calmados, los sueños siguen, más allá de presentes difíciles, de arcas delgadas y de fútbol acotado, de descensos y de ascensos con ilusiones.
Se trata de los primeros cien años de Huracán y su gente, y por cierto, bien vividos.

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